Sin embargo, al comenzar el año 2004 la transnacional recibió un duro golpe, si bien resultó más duro el que la firma propinó a los usuarios que habían empezado a consumir en todo el mundo el nuevo producto, como veremos. En marzo de ese año, dos meses después de su lanzamiento en Gran Bretaña, la Coca Cola debió retirar del mercado alrededor de 500.000 botellas del líquido, el principio del fin para Dasani al menos en Europa, ya que, tras caer en desgracia luego de dejar de ser comercializada en todo el Reino Unido, rápidamente siguió el mismo camino en el resto del continente, al prohibir la Unión Europea su venta en todos los países asociados, generándose un impresionante impacto social y mediático.
El diario británico The Independent había denunciado por entonces que esa bebida era simplemente “agua de grifo proveniente del río Támesis” que la planta de Coca Cola en la ciudad de Sidcup, al sureste de Inglaterra, se dedicaba a procesar, embotellar y vender. Concretamente, que la bebida que Coca Cola comercializaba como agua “pura” no provenía de manantiales ni de otras fuentes naturales, sino directamente de la canilla.
Esa denuncia, de por sí, era bastante impactante, pero lo peor llegó dos semanas después de haberse publicado la misma, al confirmarse además que Dasani tenía el doble de bromato que lo permitido, conteniendo de esa manera sustancias cancerígenas, por lo que resultaba especialmente peligrosa si era bebida en grandes cantidades. Ello como consecuencia del tratamiento que a esa agua de canilla se le hizo con productos químicos, a fin de hacerla pasar como “mineralizada” y competir así en el mercado con las verdaderas aguas minerales. Como se dijo, los planes de Coca Cola para expandirse hacia otros países europeos fueron cancelados de inmediato, pero las malas noticias para la multinacional no terminaron allí.
El diario británico The Guardian publicó, en su edición del 20 de marzo de 2004, que la
Inspección de Agua Potable, organismo que regula el suministro del agua pública en Inglaterra y Gales, había confirmado que el chequeo del agua que llegaba del Támesis a la planta de Coca Cola en Sidcup había arrojado que la misma no contenía bromato. Pero todo quedó claro al revelarse que el peligroso químico se generaba en alguna parte del proceso de tratamiento que la empresa le realizaba al agua en su planta procesadora. Explicándole a sus lectores el “modus operandi” de Coca Cola para crear Dasani, el diario The Guardian señaló: “Sería algo así: tome agua del río Támesis de la canilla en la fábrica en Sidcup; sométala a un proceso de purificación y denomínela ‘pura’; agregue un poco de cloruro de calcio que contenga bromuro, para darle el ‘sabor’; luego bombee ozono, oxidando el bromuro, lo cual no es un problema, convirtiéndolo en bromato, que sí lo es. Por último, envíe a los comercios botellas de agua que contengan hasta el doble del límite legal de bromato, que es de 10 microgramos por litro”.
Y ésa es la cuestión, como dijo el trágico Hamlet. El agua de canilla Dasani, a la que se encubre como “pura”, contiene el doble de bromato permitido para el consumo humano.
Dasani que no has de beber...
Antes de ser lanzada en Gran Bretaña, Dasani se estrenó en 1999 en Estados Unidos y al año siguiente en Canadá. En América del Sur, apareció en Brasil en el 2003, en Chile y Colombia en el 2005 y en Argentina y Uruguay a comienzos del 2006, entre otros países latinoamericanos desde el Río Bravo hacia abajo.
Precisamente, la respuesta de Coca Cola al desastre de Dasani en el Reino Unido fue redoblar agresivamente la apuesta y proseguir con sus planes en Latinoamérica para comercializar su nueva estrella, aprovechando el escaso control técnico de los organismos estatales de los países de la región sobre los procesos internos de las grandes compañías multinacionales. Y muy probablemente también aprovechando la perenne corruptela imperante en los países latinoamericanos, en especial el hecho de “mirar para otro lado” cuando hay un buen puñado de dólares al alcance de la mano, además de otros aspectos innatos de su idiosincrasia, como la desidia y la indolencia.
Lo cierto también, además de preocupante, es que los análisis que se realizan difícilmente reflejan índices de bromato o lo hacen en pequeñas cantidades. Ello se debe a que el análisis de los valores del bromato requiere de un sofisticado procedimiento de cromatografía mediante espectrómetros de plasma y masa, procedimiento que resulta muy caro y que no está disponible en todos los países.
Así y todo, el efecto cancerígeno del bromato de potasio fue reconocido por la Agencia Internacional de Investigación para el Cáncer, en tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO sus siglas en inglés), entidades de las Naciones Unidas, declararon a ese aditivo mineral como “genotóxico carcinogénico” asociado al cáncer. Concretamente el bromato de potasio, que es un poderoso oxidante, además de muy peligroso de manipular ya que puede inflamarse, produce cáncer y en consecuencia fue prohibido en la mayoría de los países donde sus gobiernos protegen, real y efectivamente, a su población, como es el caso de Gran Bretaña y el resto de la Unión Europea.
Y el bromato fue prohibido porque a través de pruebas de laboratorio se comprobó que tiene acción nefrotóxica, carcinogénica y mutagénica. La prohibición de su uso se debe a dos razones complementarias: una es la acción de corto plazo, que puede ocasionar intoxicaciones graves por sobredosis e incluso causar la muerte; la otra es una acción de largo plazo que puede causar daños renales irreversibles, cáncer y mutaciones genéticas. Lo más grave de estas últimas acciones es que son acumulativas, o sea que el bromato de potasio permanece en los cuerpos acumulándose, sin que pueda ser eliminado. Por si fuera poco, una intoxicación con ese aditivo puede afectar también el sistema nervioso periférico, ocasionar graves polineuritis –dolores intensos en brazos, piernas y hasta imposibilidad de caminar-, y perjudicar al nervio auditivo ocasionando desde severas hipoacusias hasta la sordera definitiva, resultando especialmente sensibles a estos efectos los niños intoxicados.
El gran negocio
En estos momentos, el sector de agua embotellada es uno de los que está creciendo más rápidamente en todo el mundo. En general, las fábricas de bebidas gaseosas y refrescos toman agua del mismo sistema de donde se abastece la población, sea municipal, privado u otro. En muchos casos, además del de Coca Cola, el agua es procesada con químicos, luego se le agrega un “paquete” de minerales y a ese resultado se le llama “agua mineral”. Gracias a esta manipulación, las compañías del sector aumentan el precio del agua de cañería más de mil veces y la venden embotellada.
En este aspecto, fue notorio el amplio despliegue promocional que Coca Cola para su nueva estrella Dasani realizó a lo largo del año 2006 en la Argentina, principalmente en ámbitos sofisticados y “fashion”, donde aparecen personajes del jet-set que, como insistentes “figurettis”, se muestran en cuanto evento sea posible para promocionarse ellos mismos y saltar a las revistas “especializadas” sin importarles en realidad si se trata del lanzamiento de una línea de ropa, una esponja o una nueva gaseosa, y menos aún cómo está fabricada la misma. Lo cual captan muy bien las multinacionales, que algo conocen de la psicología de los utilizables buscones mediáticos, sabiendo que no van a husmear para nada en lo que hace a la fabricación del producto.
Es así como vimos a Dasani presente, entre otros eventos, en la muestra fotográfica de Henry von Wartenberg en el Buenos Aires Fashion 2006; en la temporada invernal de Las Leñas, donde instaló dos reductos en distintos puntos de elevación hacia las pistas de esquí con mesas, sombrillas y espacios cubiertos para comer y disfrutar del paisaje, la música y, por supuesto, de Dasani; en la Feria Puro Diseño 2006; en el Fashion Buenos Aires 2006, donde casualmente se expusieron fotografías de Charlie Mainardi inspiradas en la temática “El agua y la ciudad” y donde los asistentes podían informarse sobre “los beneficios que ‘Dasani Active’ y ‘Dasani Balance’ brindan al organismo”; y en el torneo de Beach Polo realizado en las exclusivas playas de Pinamar y Cariló.
Dejando el mundo “fashion” y volviendo al otro extremo del espectro social, pudo saberse que en abril de 2005 varias organizaciones no gubernamentales mexicanas denunciaron que Coca Cola, entre otras empresas privadas, buscaba adueñarse de los recursos hídricos en el estado de Chiapas, principal zona de recarga de agua del país. Así lo reflejó el diario mexicano La Jornada, al señalar que “empresas privadas como Coca Cola buscan controlar las fuentes del líquido y expanden su presencia con pretextos como la construcción de escuelas para llegar a las comunidades donde adquieren los predios con cuerpos de agua”.
El mercado del agua embotellada mueve hoy aproximadamente 22 mil millones de dólares anuales, y las principales multinacionales que se reparten ese mercado son, además de Coca Cola, Nestlé y Danone. Un investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Gian Carlo Delgado, sostiene que “Nestlé opera en 130 países con dos marcas globales, cinco internacionales y setenta locales, acaparando el 17 por ciento del valor del mercado mundial de agua envasada, sin incluir las sociedades adquiridas en 2003”.
También los investigadores canadienses Maude Barlow y Tony Clarke, por su parte, afirman que una cuarta parte del agua embotellada que se vende es tomada directamente de la canilla y luego procesada. Los mismos investigadores citan además a un ex CEO de Perrier –a juicio personal la mejor soda del mundo durante décadas, hasta que la compró Nestlé-, quien señaló: “Todo lo que se tiene que hacer es sacar el agua a la superficie y luego venderla por más de lo que cuesta el vino, la leche o incluso el petróleo”.
Final con dudas
En la Argentina, además de haber aparecido Dasani lanzada por Coca Cola, compiten precisamente aguas embotelladas de las otras multinacionales mencionadas: Villa del Sur y Villavicencio, de Danone, y Eco de los Andes, Nestlé y Glaciar, de Nestlé. En varios de esos envases ya no figura, como era costumbre en otros tiempos, el listado y cantidad de los minerales que contiene; y en otras (aunque cuesta) solamente se lee –siempre con letra tan empequeñecida que los consumidores seguramente evitarán observarla- nada más que el párrafo: “Envasada en su planta embotelladora”, dando como dirección de la misma un establecimiento ubicado en el Gran Buenos Aires, donde obviamente no existen manantiales ni fuentes naturales. Sólo agua de la canilla.
Obviamente, Coca Cola ha publicado solicitadas y su Directora de Comunicaciones para la Argentina, María Marta Llosa, ha enviado varios correos electrónicos donde, en un lenguaje convenientemente trabado y enredado -cosa que no explique mucho o no explique lo inexplicable- trata de desmentir sin poder hacerlo lo de “agua de la canilla” y, más aún, que Dasani no posee sustancias cancerígenas, sin fundamentar esto ni informar de dónde obtienen el agua. Por lo que al menos las dudas se mantienen, máxime cuando han circulado cada vez más informaciones e investigaciones a través de, entre otros, medios como los diarios británicos The Independent y The Guardian, el sitio Democracy Now (EE.UU.), los diarios mexicanos La Jornada y El Universal, los sitios ElMundoSalud.com (España), la Red Amigos de la Tierra, las agencias de noticias EFE, Reuters, IBL News, etc.
Por otra parte, uno no puede dejar de pensar en lo que están pasando desde hace varios meses miles de habitantes, en el Gran Buenos Aires, de las zonas de Ezeiza y el partido de Esteban Echeverría en general, donde no pueden consumir el agua natural por estar aparentemente contaminada con uranio, que supera en mucho los microgramos tolerados por el cuerpo humano, debido a una fuga del mineral en los desprolijos vertederos de la cercana Central Atómica Ezeiza. Esos pobladores, en consecuencia, hace tiempo que se ven obligados a consumir agua embotellada, con los gastos que ello les origina.
A la luz de lo que contienen aguas como Dasani y seguramente otras de la competencia, habida cuenta de su forma de procesar y “mineralizar” agua de canilla, podría inferirse que los pobladores de esa zona están saltando de la sartén al fuego.
En cuanto a los consumidores en general, tanto de la Argentina como de cualquier lugar del mundo donde Coca Cola logró instalar su nuevo producto, ojalá puedan llegar a saber a qué atenerse.
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